sábado, 23 de septiembre de 2017

Fátima az-Zahrá (a.s.)




EL LEGADO
DE FÁTIMA AZ-ZAHRÁ (a.s.)

"Patrón de las prácticas del estilo de vida Fatimí"



En el Nombre de Dios,
el Compasivo, el Misericordioso
Ella es Fátima az-Zahrá…
Es la única hija del Noble Mensajero de Dios, el sello de los Profetas, Muhammad  (s.a.w.), quien la quería muchísimo y la llamaba “madre de su padre” y no podía dormir sin antes besarla; él nos la dejó como valiosa herencia a la humanidad. Ella es la hija de Jadiyah, la paz sea con ella, que fue una de las mejores mujeres del universo, y la primera mujer en creer en el Mensaje del Profeta de Dios. Su esposo es el Imam Ali ibn Abi Taleb (a.s.), el Emir de los Creyentes y firme asidero de la verdad inquebrantable. Ella es quien dio a luz para toda la comunidad islámica a los comandantes de la guía y la justicia: Hasan y Husein (a.s.), que son los Señores de los Jóvenes del Paraíso, y también concibió a la grandiosa Zeinab al-Kubra (a.s.), la madre de la paciencia ante las calamidades; a Umm Kulzum, la paciente, y al pequeño Mohsen, a quién abortó a causa del ataque a su casa la cual intentaron quemar.

A ella la recuerda el creyente cuando se menciona la pureza, la integridad y la virtud. La recuerda el oprimido para olvidar sus padecimientos, que son pocos comparado con lo que ella padeció de opresión. La recuerda toda buena esposa cuando repasa su vida con Imam Ali (a.s.) y entonces la toma como ejemplo. Asimismo, la recuerda una madre cuando piensa en la ejemplar educación que le proporcionó a los Imames Inmaculados (a.s.) y entonces educa a sus hijos en ese mismo sendero. La recuerda todo padre cuando medita sobre cómo el Profeta de Dios (s.a.w.) le brindó su afecto, la educó y crió de la manera más ejemplar.
Puesto que…
Ella es Fátima… y Dios alejará del infierno a quien la quiera.
Ella es Az-Zahrá (la Iluminada)… porque cuando nació su luz iluminó a los que viven en el cielo.
Ella es As-Siddíqah (la Veraz)… porque jamás mintió.
Ella es Al-Mubarakah (la Bendita)… por sus enormes bendiciones.
Ella es Az-Zakíah (la Pura)… por ser la dama más pura entre la humanidad.
Y es Al-Mardíah (la Complacida)… porque Dios la complacerá otorgándole el derecho a la interseción.
Ella es Al-Muhaddazah (a la que le hablan)… porque los ángeles le hablaban.
Ella es Al-Kauzar (un río del Paraíso)… tal como la llamó Dios en el Corán.
Ella es Al-Batul (la Virgen)…. porque Dios la eximió de la sangre menstrual.
Ella es Al-Haurá (la hurí humana)…. porque Dios la creó a partir del fruto del Paraíso.

Ella es aquella que Dios se enfurece ante su enfado y se complace ante su satisfacción. Su conocimiento proviene de la sabiduría del Profeta; su amor es como el del propio Profeta, y su enojo es el propio enojo del Profeta (s.a.w.), como él mismo dijo: “Fátima es parte de mí, quien la molesta me ha molestado a mí”. Pero Fátima no solo era parte del Profeta sino su parigual en cuanto a grandeza y virtudes. Dios la purificó y la hizo de entre las mejores mujeres del universo, señora de las comunidades y señora de los creyentes. Ella es quien obtuvo un altísimo grado ante Dios, por lo que Él hizo referencia a ella en varias partes en el Corán, siendo que nada puede tener mayor testimonio y legitimidad que las Palabras del Corán. ¿Acaso después del testimonio de Dios hay mayor testimonio? Por tanto, bienaventurada sea ella por su eterno recuerdo y elevada posición divina.

La elevada posición moral de Fátima Az-Zahrá (a.s.) se encuentra entre las más elevadas posiciones que solo logran alcanzar muy pocos seres humanos. Ella fue una joven inmaculada, luchadora por la causa de Dios que no llegó a superar los veinte años de vida y, sin embargo, estuvo a la altura de los profetas y de los Imames, volviéndose calificada para recibir de parte de los ángeles la condecoración de “Señora de las Mujeres del Universo” de entre las primeras y las últimas, desde nuestro padre Adán (a.s.) hasta el Día del Juicio Final.

Pero, a la par de todas sus virtudes morales, cada una de las distinguidas cualidades de esta venerable dama nos da una gran enseñanza. Tomamos lecciones a partir de su elevada fe, castidad y pureza, de su lucha por el Islam, de lo buen esposa que fue, de la crianza que daba a sus hijos, de su sabiduría, de su participación política y presencia en los ámbitos más importantes de la historia islámica, tanto durante el período de su niñez como en su juventud, y tanto antes como después de su matrimonio; de cada etapa de su vida tenemos diversas lecciones que aprender.

CASTIDAD Y PUDOR
Fátima (a.s.) es el mejor ejemplo en lo que se refiere a la castidad, el honor, el pudor y el trato con los hombres no íntimos para toda mujer que quiere vivir una vida de respeto y honor en la sociedad. Por eso, ella es nuestra referente para vestirnos y tener una conducta islámica apropiada, lo cual está plasmada en el Hiyab. Ella hizo hincapié en la obligatoriedad del mismo para toda mujer musulmana, puesto que el pudor es belleza y honra para una mujer; si ésta se adorna con la castidad, estará en la más alta y honorable posición, y además, se ganará la admiración y respeto de todos.
En los tiempos de libertinaje y corrupción que corren por hoy, sobre todo en nuestros países de occidente, las mujeres sienten que tienen sus legítimos derechos solo si imitan y complacen a los hombres, si trabajan fuera de su casa todo el día, si salen solas a cualquier hora por la noche y se entregan a quien sea, y si visten sugerentes (y consecuentemente acaban expuestas a los acosos, violaciones, a las malas lenguas y a la deshonra).

Sobre esto, aprendemos de la sabiduría de Fátima (a.s.) cuando el Imam Ali (a.s.) le preguntó: “¿Cuándo una mujer está cerca de su Señor?”. Y ella contestó: “Cuando se mantiene en su casa”, y al comentar el Imam Alí (a.s.) esta respuesta al Profeta, él la aprobó diciendo que: “Ella tiene razón. Fátima (a.s.) es parte de mí”.([1])

Ella cuidaba de su Hiyab y de su vestimenta y se abstenía de los ambientes mixtos. Su responsabilidad y compromiso para llevar la vestimenta islámica apropiada y resguardarse cual una valiosa joya de las miradas de los hombres ajenos era tal que conservó su Hiyab inclusive cuando estuvo en presencia de un ciego que había pedido permiso para visitarla, y ella le dijo que esperara hasta que ella se cubriera, considerando que aun cuando él no podía verla, ella le podía ver([2]). Cuando pronunció aquel famoso e histórico discurso en la Mezquita del Profeta (s.a.w.), lo hizo detrás de una cortina; y también estuvo presente en la Batalla de Uhud, demostrando con todo ello que una mujer es capaz de tener participación en la sociedad, y hacer de todo siempre que cuide de su apropiada vestimenta y conducta según las normas islámicas. Así es como ella nos da lecciones sobre la importancia que tiene el Hiyab, el cual no se trata de un atuendo propio de la época o del lugar.


([1]) Al-Ja’fariyyat, p.95. 
([2]) Bihar al-Anwar, vol.43, p.91.



ASCETISMO
En nuestra sociedad que cada día nos quiere volver más ciegamente ávidos y competentes con nuestros semejantes en cuanto a los parámetros de belleza, riqueza, estatus, fama, vestimenta, alimento y disfrute de lo mejor... Fátima (a.s.) con su humildad y desinterés por las cuestiones mundanales nos da una gran enseñanza sobre lo insignificante de los placeres mundanales y de lo superficiales y banales que éstos nos vuelven, puesto que siendo ella la más distinguida dama entre todas las mujeres del universo y todas las creaciones más queridas para Dios, no buscaba las ostentosidades de este mundo, ¿cómo entonces sus seguidores y quienes buscan la complacencia de Dios podemos ser más merecedores de poseer y gozar de los placeres de este mundo? Imitando su ejemplo de humildad y ascetismo conservamos nuestra alma más sana, tranquila y cercana a la Presencia de Dios.

Fátima Az-Zahrá (a.s.) tuvo una vida ascética, alejada de los placeres mundanales. De entre las pruebas del altruismo de Fátima se encuentra el relato de lo que hizo en la noche de su boda, cuando se deshizo de su nueva ropa para dársela a un mendigo y ella vistió una ropa gastada. ¿Cómo no iba a hacerlo? si cuando el mendigo llamó a su puerta pidiendo de “la casa de la profecía” una ropa usada, y ella le quiso dar su ropa gastada, recordó la aleya divina donde Dios dice:   
لنْ تَنَالُوا الْبِرَّ حَتَّىٰ تُنْفِقُوا مِمَّا تُحِبُّونَ ۚ
“¡Jamás alcanzareis la piedad, a menos que hagáis caridad con lo que más apreciéis!” ([1])

Y entonces le ofreció su ropa nueva.

Y cuando uno de los compañeros del Profeta fue hasta donde Fátima que estaba moliendo la cebada mientras recitaba: “lo que habéis recibido no es más que disfrute de la vida de acá, en cambio lo que Dios tiene es mejor y más duradero ¿es qué no razonáis?” ([2]) para pedirle que fuera con el Profeta (s.a.w.), ella se arropó con una capa muy vieja que estaba cocida con hojas de palma y fue hasta donde su padre. Entonces al verla Salman dijo: “¡Qué tristeza! Las hijas de los Césares y de Cosroes viven con suntuosidad, mientras que la hija del Mensajero de Dios se viste con ropas harapientas”.


([1]) Sura Al-Imran, aleya 92.                         
([2]) Sura Al-Qisas, aleya 60.                           



HONRA A LOS PADRES
Fátima (a.s.) es todo un ejemplo en cuanto a honrar a los padres. Desde niña, defendía a su padre, el Profeta, y le prodigaba cariño, ternura y compasión, consolándolo para aliviar su angustia por el daño que le causaban los incrédulos en los tiempos del inicio de la misión profética, al punto que el Mensajero de Dios (s.a.w.) la llamó “Umm-u Abiha” (la madre de su padre).

Jamás le faltó voluntad y determinación para apoyar a su padre el Mensajero de Dios. Ella solía ayudarlo en los días dificultosos, siendo que, de hecho, cada día que sucedió a la misión divina del Profeta Muhammad (s.a.w.) fue dificultoso hasta el día de su partida de este mundo. Y es que él mismo dijo a ese respecto: “No se molestó tanto a ningún otro profeta como se me ha molestado a mí”.([1])

Entonces Fátima (a.s.) hacía de madre de su querido padre, cual una madre atenta y cariñosa con su hijo al que proporcionaba el mejor de los cuidados. Y puesto que el Profeta (s.a.w.) quedó huérfano de su madre Áminah (a.s.) durante su infancia, Fátima ocupaba el lugar maternal, y así se ganó el apodo.     


En la actualidad, la familia yace dividida y el cariño entre sus miembros está cada día más ausente, al punto que no solo ya se está perdiendo el afecto y el trato entre padres e hijos sino que además ya no sabemos cómo debería ser esa relación. La relación tan íntima y cercana que tenía Fátima (a.s.) con su padre el Profeta (s.a.w.) al punto de ganarse el apodo de ser "la madre de su padre" nos hace reflexionar sobre cómo debemos relacionarnos entre padres e hijos.

TRABAJO EN LA CASA
Aprendemos muchísimo de Fátima Az-Zahrá (a.s.) de su administración de los asuntos hogareños. Ella trabajaba en su casa y soportaba las dificultades del trabajo por ayudar y aliviar la carga de su esposo. Por eso, delegó a sí misma los quehaceres internos de la casa mientras Imam Ali (a.s.) se encargaba de los asuntos externos. No hay mujer que haya alcanzado el grado de Fátima (a.s.) en lo que respecta a la ejecución de las tareas del hogar y a la coordinación entre los deberes de la adoración y los deberes con la familia.

En cuanto a su trabajo en la casa, este consistía en moler, hornear, cocinar, lavar, barrer, y criar y educar a sus hijos, lo que nos prueba que el trabajo de una mujer en la casa no tiene menos importancia que la del médico, el arquitecto, el profesor, etc., puesto que ella cuida, educa y forma a las generaciones futuras, lo cual no es tarea fácil.

Como madre, era sin dudas un ejemplo; atendía las necesidades de sus hijos y los educaba de la manera más ejemplar, nutriéndolos de virtud y piedad. Las narraciones históricas cuentan que ella los incentivaba a quedarse en vela durante las noches de los viernes y de Lailat-ul Qadr, es por eso que los mandaba a dormir durante el día para que pudieran permanecer despiertos en esas noches para adorar a Dios. También encontramos en las narraciones que cuando los Imames Hasan y Husein (a.s.) de niños regresaban de la Mezquita de su abuelo el Profeta de Dios, ella les hacía preguntas sobre lo que había dicho el Profeta (s.a.w.) en su discurso en la Mezquita. Y en cuanto a su hija Zeinab  al-Kubra, le proporcionó toda la educación y enseñanza necesarias, preparándola sobre todo, para ser paciente ante los futuros trágicos acontecimientos de Karbalá. Y así es como Fátima preparaba a sus hijos para los diferentes ámbitos de la adoración, el yihad, la virtud y la piedad, pero a la par de ello también los atendía en sus necesidades físicas y emocionales.

Vivía en una casa humilde con pocas cosas. Jamás se supo que ella se hubiera beneficiado de algo de los lujos de este mundo. En cambio, se la conoció tal y como la describió su esposo el Imam Ali (a.s.):
“Acarreó agua en el odre hasta que eso afectó su pecho; molió granos con el molino hasta que sus manos se llenaron de ampollas; aseó la casa hasta llenar de polvo sus ropas; encendió el fuego bajo la marmita hasta que sus ropas se tornaron ennegrecidas. Por todo eso, la afligió un severo daño”

Las mujeres de las sociedades actuales nos enfrentamos a mucha contrariedad e incertidumbre frente a la idea de que para ser exitosas debemos necesariamente trabajar y desenvolvernos en actividades fuera de hogar, aun a costa de descuidar al esposo, los hijos y la administración y cuidado del hogar. Fatima az-Zahrá (a.s.) daba mucha importancia a los quehaceres del hogar, y con su ejemplo nos enseña la prioridad que tiene el hecho de ocuparse del hogar y de la familia, por sobre el hecho de atender los trabajos y quehaceres personales fuera de la casa.

Y además, tendemos a descuidar la apropiada educación de los hijos, pretendiendo que la sociedad los eduque o que ellos mismos alcancen por sí solos la madurez necesaria. Leyendo sobre cómo Fátima (a.s.) proporcionaba una educación islámica a sus hijos, aprendemos de ella que la educación religiosa de nuestros niños tiene tanta importancia como todos los demás aspectos de la crianza. Así como los mandamos a estudiar y a hacer su tarea para el colegio y los obligamos a ir al colegio aunque no les guste, porque es para su beneficio, del mismo modo, y desde que no es menos importante, debemos instruirlos desde niños respecto a la religión y a cumplir con lo que Dios ha ordenado y a abstenerse de lo que ha prohibido.



([1]) Kash al-Gumma, tomo 2, p. 537.               



CARIDAD CON LOS POBRES
La hija del Profeta se interesaba por los pobres y los necesitados y los ayudaba. En los hadices encontramos que Fátima (a.s.) solía acompañar a Ali (a.s.) por las noches para visitar a los pobres y llevarles dinero, agua y comida. 

Como su casa era conocida por ser un lugar de amparo para todo necesitado, cuando un necesitado acudía al Profeta (s.a.w.), él lo mandaba a casa de Fátima (a.s.) ya que sabía que ella no le negaba nada a nadie.

Fátima (a.s.) fue amable y caritativa con los pobres y oprimidos, y fue en honor a ella, a Ali, a Hasan y a Husein (la paz sea con todos ellos) que Dios hizo descender la aleya coránica:
ويُطْعِمُونَ الطَّعَامَ عَلَى حُبِّهِ مِسْكِناً و يتيما و أسيراَ أَسِيراً * إنَّما نُطْعِمُكُمْ لِوَجْهِ اللهِ لا نُرِيدُ مِنْكُمْ جَزاءً وَلاَ شُكُوراً
“Por mucho amor que tuvieran al alimento se lo daban al pobre, al huérfano y al cautivo. Os damos de comer solo para agradar a Dios; no queremos de vosotros retribución ni gratitud.” ([1])
en ocasión de la famosa historia de cuando ella, su esposo y sus dos hijos pasaron tres días seguidos de ayuno en los que cedieron toda su comida al momento de desayunar: un día a un pobre, otro día a un huérfano y el tercer día a un prisionero, quienes habían llamado a su puerta para pedir.

Tan cruda es la realidad de pasar por hambre y pobreza que es nuestro deber moral dar al necesitado y hacerlo desinteresadamente como lo hacía Fátima (a.s.).

UNA GRAN ESPOSA
Fátima (a.s.) vivió junto con Imam Ali (a.s.) en una atmósfera repleta de santidad e integridad, y rodeados de grandeza, humildad y simpleza.

Ella reconocía la gran posición de su esposo ante Dios y por eso lo respetaba tal como ha de respetar una mujer musulmana a su Imam. Y el Imam Ali (a.s.) asimismo la respetaba mucho y la veneraba, ya que no se trataba solo de su esposa, sino de la hija del Mensajero de Dios (s.a.w.), la creación más querida para él. 

Ella era una esposa ejemplar. Jamás le fue desleal al Imam (a.s.) en absolutamente nada, ni siquiera con alguna poca cantidad de dinero, ni le mintió jamás, tal y como ella misma hizo gala ante Imam Ali, y él lo confirmó ([2]). No se entristecía si su esposo se ausentaba para dirigirse a luchar por Dios. Es más, ella le preparaba los pertrechos de guerra y lo necesario para el viaje. Además, lo motivaba a ello y le inspiraba valentía, transmitiéndole valor.

Fátima Az-Zahrá (a.s.) era una esposa obediente; no abrumaba a su esposo con pedidos, y se complacía de él con muy poco en cuanto a la comida y los bienes, puesto que en su corazón ella vivía para el mundo del Más Allá. Y según dijo Imam Ali de ella: “No la hice enfadar nunca y ella tampoco me hizo enfadar jamás”. Fátima (a.s.) no le pidió nunca nada durante todos esos nueve años que vivió con el Imam, hasta el día en que yació enferma en su lecho de muerte, y cuando el Imam Ali (a.s.) le dijo que le pidiera algo, ella le respondió: “No corresponde a la esposa pedir nada a su esposo, pues a lo mejor él no puede procurárselo y se sienta apenado por ello”; pero el Imam Ali (a.s.) insistió, por lo que entonces Fátima (a.s.) le pidió una granada.    


Su respeto, obediencia y servicio a su esposo nos abre los ojos a las mujeres que vivimos en un mundo que confunde enormemente la femineidad con conceptos muy extremos  que promulga el feminismo, que llevan a las mujeres a menospreciar a los hombres y a no respetar ni valorar al esposo. El número de divorcios se incrementa día a día porque las mujeres y los hombres no comprenden el verdadero compromiso que los une, el cual implica sacrificio y compresión. Hasta se ha vuelto un ideal para la mujer occidental, probar que las mujeres no necesitan a los hombres. Fátima (a.s.) cuidaba a su esposo, lo respetaba muchísimo, no le reclamaba nada ni le contradecía, y estaba orgullosa de él, y eso es el verdadero amor. Además, tampoco era celosa. En su lecho de muerte, mientras agonizaba, le pedía al Imam que se casara de nuevo.



([1]) Sura Al-Insan, aleyas 8-9.
([2]) Raudat al-Ua`idhin, p. 151.


DEVOCIÓN Y PROFUNDA FE
Fátima (a.s.) destacaba por sobre cualquiera cuando florecía de emoción en su mihrab por encontrarse con su Creador. La mayor parte de sus días y noches la ocupaba en adoración. Contó Imam Hasan (a.s.) que vio a su madre pasar la noche del viernes entera en su lugar de oración, y que no dejaba de rezar y pasar del estado de inclinación al de prosternación durante la oración hasta que comenzó a distinguirse en el cielo la línea del alba del día siguiente. Y mientras tanto, la oía suplicar en demasía por los creyentes y las creyentes, y los nombraba uno por uno, y pedía mucho a Dios por ellos, pero no pedía nada para sí misma, porque, como ella misma le dijo a su hijo: primero había que pedir por el vecino y luego para la propia casa([1]).

Nadie en la comunidad islámica adoró más a Dios que Fátima; rezaba tanto en las noches que sus pies se hinchaban ([2]). Además, ella era constante en la realización de todo lo que complace a Dios y a su Mensajero. Fátima (a.s.) se entregó a Dios y puso en sus manos todos sus asuntos. Esto quedó claro en sus hermosas súplicas de las que hoy nos valemos los musulmanes.

EN LA LUCHA POR DIOS
Fátima (a.s.) siempre tenía presente su obligación de luchar en el camino de Dios. Uno de sus mayores sacrificios fue pasar por los tres sufridos años de aislamiento y bloqueo socio-económico que les impusieron los incrédulos al Profeta (s.a.w.) y a todos sus seguidores, durante el cual pasaron por mucha hambre y pobreza; durante día el sol los quemaba y por las noches el frío los lastimaba.

Emigró a Medina inmediatamente después que su padre, y para ello debió correr mucho riesgo y peligro por la persecución de los incrédulos.

También estuvo presente en diversas batallas en apoyo a su esposo y a su padre y colaboraba con ellos en los asuntos de la guerra. Los hadices narran que cuando el Profeta regresó de la batalla de Uhud, Fátima (a.s.) lo recibió con un recipiente con agua para que se enjuagara. Y luego llegó el Imam Ali (a.s.), con sangre que lo cubría desde su mano hasta el hombro, y traía consigo su espada Zul Fiqar, entonces Fátima le recibió la espada para limpiarla de la sangre y curar las heridas de su esposo. Y ante esto, no se acobardaba ni se entristecía, puesto que ella era una mujer de actitud y lucha.


Tras el fallecimiento del Profeta (s.a.w.), Fátima (a.s.) luchó con su llanto día y noche para exponer a los que la habían oprimido y usurpado el legítimo derecho de su esposo.

Dio famosos discursos en diversas ocasiones, todos con intención de luchar por la causa de Dios. A uno de ellos lo pronunció cuando los Emigrantes de La Meca (Muhayirin) y los Auxiliadores de Medina (Ansar) de entre los hombres fueron a visitarla después del fallecimiento del Profeta (s.a.w.). Otro fue cuando las mujeres de entre los Muhayirin y los Ansar fueron a verla cuando estaba enferma por las heridas que le causaron los mismos que la oprimieron, y de lo que finalmente falleció en condición de mártir. Además pronunció discursos en otras ocasiones.

También luchó cuando se dirigía a visitar la tumba de su tío Hamza encontrándose enferma con su costilla quebrada para mostrar a la gente su indignación. Y también era una lucha cuando iba hasta Aqsa al-Baqí` y permanecía bajo la sombra de un árbol recordando a su padre, donde luego Imam Ali (a.s.) le construiría un refugio para que no la dañara el sol; pero aquellos que la habían lastimado mandaron a demoler ese refugio y a cortar el árbol.

E incluso utilizó la lucha pasiva contra aquellos que tanto la oprimieron, al testar que su tumba quedara oculta después de su muerte; y así quedo hasta el día de hoy, para que con el correr de los tiempos, todo aquel que preguntase por el motivo del ocultamiento de su tumba descubriera la verdad de las injusticias que le causaron.

Por medio de observar sus sacrificios por Dios y por el Islam y del estudio de su vida, vemos las diversas maneras en que luchó contra la ignorancia y los enemigos de Dios. De ello las mujeres aprendemos cómo podemos también ser partícipes en la lucha por el Islam, si bien no necesariamente con la espada pero sí de las diversas maneras en que lo hizo Fátima Az-Zahrá (a.s.)quien luchó con su presencia, luchó con las palabras, y luchó hasta con las lágrimas…



([1]) Fi Rihab Ahlul Bait, p.205.
([2]) Bihar al-Anwar, vol. 43, p.84.


SU ROL EN LA SOCIEDAD
Fátima Az-Zahrá (a.s.) fue la primera mujer escritora en el Islam, así como Imam Ali (a.s.) fue el primer escritor en el Islam. Compiló una serie de libros como Mus·haf Fatima (El libro de Fátima). Además, Fátima explicaba las normas y disposiciones legales a las mujeres, y les enseñaba sobre los asuntos de la religión y de este mundo.

La casa de Fátima (a.s.) era una escuela para la enseñanza de las creyentes, en donde las mujeres se instruían con los conocimientos islámicos. Incluso, a veces, Fátima enseñaba a los hombres, y lo realizaba con magnanimidad y buenos modales. Prueba de ello es cuando una mujer una vez le hizo tantas preguntas, que en un momento dado la mujer ya se sentía apenada por la insistencia, pero Fátima (a.s.) le contestó a cada una de ellas con mucha paciencia y cortesía.

Con su ejemplo de persona culta, elocuente y académica, nos incentiva a hombres y especialmente a mujeres a no quedarnos atrás en la carrera del aprendizaje y la enseñanza.

Además, participó activamente en los ámbitos políticos, en defensa del oprimido, y en delatar a los opresores. Fátima Az-Zahrá (a.s.) se alzó con su movimiento, a pesar de que ello causó que la oprimieran, le quebraran las costillas y le hicieran abortar a su bebé, llevándola finalmente a su martirio y a la ocultación de su tumba. Pero gracias a ello, y con el solo objeto de difundir y proteger el genuino y verdadero Islam, fue capaz de desterrar la falsedad y exponer la verdad para todo aquel que quiera seguirla.

Todo esto nos enseña a las mujeres que hemos de alzar la voz ante la injusticia, defender al oprimido, y difundir el Mensaje de Dios. Si las mujeres imitamos el ejemplo de Fátima (a.s.) en la sociedad, demostraremos que la mujer musulmana es un ser con voz y voto, y partícipe en los asuntos de la sociedad.
Ella es y será por siempre el mejor ejemplo para una buena mujer. Las mujeres de todas partes del mundo y de todos los tiempos tienen muchísimo que aprender de ella, para así ganarse el Paraíso. Gracias a Fátima, a su padre, a su esposo y a sus hijos inmaculados (la paz y las bendiciones sea con todos ellos), la mujer obtuvo todos sus derechos y llegó a la cima de su dignidad y personalidad, y muchas han alcanzado las más elevadas posiciones, al punto de que la mayoría de los habitantes del Paraíso serán mujeres, tal como lo vio con su propios ojos el Profeta Muhammad (s.a.w.) y nos lo transmitió ([1]).  

Debemos, hombres y mujeres, inspirarnos en el modelo de nuestra gran señora Fátima Az-Zahrá (a.s.) para lograr ser fieles y determinados en cuanto a cumplir con lo que estamos comprometidos con Dios, Bendito y Exaltado, y por lo que seremos interrogados el día de mañana en cuanto a nuestra fe y nuestro accionar.

Fátima Az-Zahrá (a.s.) ha impresionado las mentes y los corazones, y se robó la atención de quienes observan su grandeza y aspiran a su grandiosidad. Se trata de una personalidad que cuanto más avanza y madura el entendimiento de la humanidad, más nos sorprende con su grandeza. Cada situación que encontramos en la biografía de su vida nos proporciona algún aprendizaje. En su vida, todo tipo de acontecimiento abarca lecciones y moralejas que no se restringen tan solo a las mujeres o si quiera a los musulmanes, sino que son lecciones para toda la humanidad.

Le es orgullo suficiente el dicho del Todopoderoso a su padre: “¡Oh Muhammad!, si no fuera por ti, no habría creado el universo… Y si no fuera por Ali, no te habría creado… Y si no fuera por Fátima, no los habría creado a ustedes”.


La paz sea con Fátima Az-Zahrá (a.s.), la flor y espíritu del Mensajero de Dios (s.a.w.), la esposa de la espada triunfante de Dios, Alí (a.s.). La paz sea con aquella cuyos derechos fueron ultrajados, que quedó atrapada entre la puerta y la pared y sus costillas fueron quebradas y su bebé abortado. La paz con quien fue sepultada en la noche y su tumba yace desconocida. Y la paz sea con quién entregó lo mejor por el Islam, y fue ejemplo a seguir en su vida, en su lucha y en su martirio. La paz sea con la intercesora de sus seguidores (shias) y de todo el que la quiera, en el Día del Juicio Final.

Asimismo, la paz sea con todo el que la quiere y sigue su camino.

Por último, pedimos a Dios por ella, por su padre, por su esposo y por sus hijos, y por el secreto que en ella yace oculto. Y pedimos a Dios que nos ilumine con la luz de Fátima (a.s), pues Él es el que todo lo oye y siempre responde.


([1]) Makarem al-Ajlaq, p.235, décimo capítulo.



Zeinab Áminah Morhell

Argentina

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